jueves, 4 de septiembre de 2008

Simulacro 8 - Manifiesto trotamundista

Vida al azar. Ahora ya qué más da. Elijo el camino de la negación, ¡no, miento, sigo mintiendo!. Elijo el camino de la negativa, de decir sí a mi mente; no, a mis impulsos nerviosos. Digo no al éxito y no al fracaso. Digo sí al trabajo, a la vida, al sufrimiento (no, no, no y más no) y al gozo (que sí, coño, que sí).
Digo que voy a donde halla que ir, que estoy harto de estar en todas partes y a todas horas, de participar, comprometido, atento, de responder y no hallar respuestas. Tú pregúntame que yo me lo invento.
Digo que yo y los míos, y sí a los desconocidos. No a la sociedad, al grupo, al “vamos todos juntos, hagamos la revolución”. Digo que se joda el pobre y que se joda el rico, que se jodan el bueno y el malo, que se jodan el chico y la chica, que le den al verbo y al sustantivo; a dibujar trazando los límites de las cosas, no al contorno pero sí a las curvas. No quiero rectas, no quiero mentiras, propuestas por mi cabeza, o por las mentes pensantes. Así que digo, digan lo que digan, no hay rectas, no hay funciones, sólo hay aplicaciones y aproximaciones. No quiero teoremas ni sistemas ideales, no me gustan las ecuaciones lineales. Nunca es lo mismo, jamás pasa lo de antes después de cambiarlo de orden. Nada vuelve al principio ni hay aislamiento, ni hay caos, hay un continuo. Quiero hacer de este discreto mundo mi analogía del infinito, del gris antes que el blanco y negro, quiero mi mundo sexual, bisexual, polisexual; agnóstico, asocial y animal, rico en excepciones, pobre en clasificaciones. Quiero ver el mundo como un puré heterogéneo, viscoso, denso y caliente, indivisible y removible y cosmopolita, globalizado e individualizado a la vez.
El mundo libre no cabe en la abstracción del hombre, no somos tan capaces. La pintura abstracta es todo lo contrario de la abstracción. Lo abstracto es pintar la realidad del hombre, un perfecto retrato de las cosas y las personas. La pintura abstracta es el puré de mis sueños, en los que alcanzo la realidad.
Este texto es libre y desordenado y está vivo, modificable. Viola cada una de sus frases, añade, corta y pega y machácalo si es que te ha dado ideas: si estás a favor aquí, en contra en otro renglón. Añade un adjetivo a tu gusto o un verbo. Pero no lo niegues, ante todo no lo niegues, lo estructures o le des un sentido. No permitas que sea clasificado o estudiado, sólo permite que sea leído o manchado, escrito encima, llénalo de vómito, cualquier cosa vale, salvo considerar que hay letras y respetarlas. Sólo es un simulacro.

Simulacro 12 - El ajedrecista

El ajedrecista siempre encuentra la solución.
Está entrenado para dar vueltas y vueltas al problema
y encontrar un camino, una ventaja.
Cuanto más complicada es la trama más arremolina su mente en torno a una idea,
un obsesivo deseo.
Arropa asfixiando los pequeños movimientos acertados,
y se ata con sogas flexibles en andamios.

El ajedrecista no puede parar de pensar.
Aunque trate de evadirse, no es dueño de su instinto,
de su rara capacidad.
Idas y venidas entre locas ideas y débiles atisbos de rendición,
de descansar y dejar la victoria a otro
y para otra ocasión.

¿Qué es del ajedrecista enredado cuando encuentra la regla del juego que evita, que no considera, que conoce pero margina, impuesta sobre el tablero como una gigante losa que destroza las piezas?

Empiezan de nuevo las vueltas, los mismos bucles y piruetas
tras encontrarse con el muro impenetrable del no.
Del no irrevocable, para él comprensible y no válido;
lógico pero injusto, cierto e inamovible,
que juega en contra de la perfección y de la más idílica conjugación de ideas.

Entonces todo su castillo imposible se desmorona mientras ingrávido se desintegra,
dejando un vacío atroz.
Una negra presión que le inhabilita,
sorda y vibrante.
Y permanece allí; mudo, paralizado y ciego,
hasta que alguien coloca de nuevo una pieza.

No se olvida, el ajedrecista, de que siempre halla una solución.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Simulacro 10 - Mil moscas

Le gustó. Y le gustó demasiado. Hubiera subastado toda su vida para la beneficiencia, dijo, si con ello le aseguraran que iba a tenerla siempre. Y luego entró en ese bucle infinito. El Doctor Kanyhan vino a contármelo: en algunos casos, una especie concreta, sobre ciertos individuos, crea ese efecto autodestructivo. La aman con todas sus fuerzas y al mismo tiempo tienen una voluntad inquebrantable para dejarla.

Así que empezó a llenar su vida, su tiempo, con una única premisa: “en cuanto acabe con esto me pongo la dosis”. Y así una cosa tras otra. Comenzó por obsesionarse con limpiar. Quizá en ese momento debí darme cuenta. Me extrañó que ponía cosas que no hacían falta a la mesa, que usaba por lo menos 4 cuchillos distintos para cortar un filete, se lo comenté y me dijo que era una manía tonta que había cogido. Ahora pienso que luego cortaba trozos de pan tan pequeños para tener la excusa de no usar un cuchillo sucio, lo cual era un claro síntoma de que su cabeza no funcionaba como debía: con usar un cuchillo para la carne y otro para el pan hubiera bastado. Me ha dicho esta mañana que eso lo llevaba al extremo, que ensuciaba adrede para alargar el tiempo de recogida y limpieza a por lo menos el doble.
Bueno… comenzó a ocuparse de animales y plantas, me contaba que se había informado de este curso y de este otro, que salía a correr todos los días. Un día se entretuvo matando moscas con la punta de un paraguas. Eso lo supe porque me percaté de que el techo estaba lleno de agujeritos, no muy profundos, y me lo contó. Quizá de ahí le vino la idea, no en ese mismo momento, pero fue el germen sin duda.

Según él, estaba poniéndose archivos cuando se sintió como si no estuviera haciendo realmente nada. Es lo que nos pasa a todos, con todos esos anuncios y contenidos absurdos. Pero para alguien con su patología era fatal. Necesitaba una dosis; debía evitarlo a toda costa. Cuando notó que tenía que ir a evacuar se lo hizo encima, cogió los pantalones y los calzoncillos y fue dejando un rastro de mierda hasta la terraza. Así de fríamente me lo decía. Se divertía mucho recordándolo, de eso estoy segura. Aquella granja se debió quedar vacía, porque la mitad de la casa ha quedado completamente negra: todos esos cuerpos de moscas aplastados. Quise gritar. Pero él gritó mucho más fuerte cuando le cogieron para llevarle al hospital. Me explicó cómo aquellos bichos habían empezado a chupar y mordisquear. Maldita sea, se supone que las moscas no deberían tener ese tipo de dientes. Las heces debieron absorberse algo en su piel, porque las moscas se la habían arrancado a tiras. Tiras casi microscópicas, me dijo el Doctor, pero que dolían como si te hubieran cortado con cientos de ultramicrobisturís.

Ahora le van a obligar a tomar la droga. Perderá la obsesión, pero sus músculos irán degenerando hasta que no pueda respirar. Morirá asfixiado después de años poniéndose todos los días una piel artificial, quitándosela sólo para dormir en una tarima flotante, para que respire y se descame la de verdad.

Y ahora vienes a venderme no se que hostias. Iros a la mierda. Mi hermano lo que necesita es un borrado y a la chatarrería.” – Los ojos enrojecidos, a punto de estallar. Una lágrima hizo una travesía rápida hasta su barbilla.