domingo, 22 de abril de 2012

Simulando I - Venecia

BORRADOR

Nunca me había perdido. Como mucho, cuando he empezado a hacerlo, me he dado cuenta y en seguida he recuperado el rumbo. En Venecia no. En Venecia me he perdido y perdido bien, y me he sorprendido al llegar a la Piazza Roma, que pensaba haber dejado atrás. Muy atrás. En Venecia me perdí, sin querer, y en Venecia hay que querer perderse.



Porque Venecia es calles, callejuelas, corredores, sottoportegos, callejones, campos y callezuelas. Y cuando no las hay, Venecia es agua, puentes, canales, fondamentas y cielo. Es balcones y puertas, es turistas y venecianos. Es el lujo del arraigo y la vida sencilla: colegios, policías, parques, bomberos, madres y niños, abuelos, cafés, tenderos. También es reservados, palacios, techos de oro, arquivoltas, capiteles, góndolas y colosales cruceros. Pero aquí nada parece sobrar. Y si a uno le sobra algo, no tiene más que cambiar el rumbo y perderse.



Venecia es un armonioso caos, como la basílica de San Marcos. Venecia flota en torno a la basílica. Su achatada modestia dista de los templos alpinos que se elevan por encima de las personas. Más bien, parece no querer representar o atesorar riqueza. Al contrario, es como si la ofreciera llanamente al visitante, con sus cinco portales redondeados, cual orondos dedos de una mano amable, en forma de equilibrado eclecticismo portador de un saber en su factura que demuestra la virtud de quien la ha creado. Y como ocurre con aquel que ofrece su dicha al resto, su interior es simplemente magnífico, desde el suelo hasta el techo. De ella no voy a hablar más, me resulta imposible. Trataré de recordarla lo mejor que pueda. Buscaré fotos, vídeos, blogs, lo que sea. Y finalmente, volveré a Venecia.



Volveré porque me faltará ver lo conocido, y me falta mucho por conocer. En cuanto a lo primero, es infinita. Venecia es el paraíso. El de Tintoretto ("foto escondida" de más abajo). Pero claro, Tintoretto es fuerza [], es sangre [], es luz [], es un agujero negro de tu atención [].Y es color, el que tengo pendiente con Tiziano. Éste es virtuosismo, como lo es Cánova [], como lo es Bassano [], y Sansovino []. Como lo sería El Greco. Como Venecia es Veronese []. Como lo fueron Lorenzo Veneziano, Antonio Vivarini y Giovanni Bellini; y respectivas familias. Y más tarde Tiépolo. Todavía no he podido conocer a Giorgione [], o no me he dado cuenta. Venecia es fotos escondidas, es tortícolis, es piernas exhaustas, es niños con espejos y frescos en los techos. Es guías, autoguías y audioguías; es una cascada de información, que se deja descansar en un paseo en el Vaporetto.



Pero además es música. Músicos jóvenes en el tren que vuelven a Vicenza exhaustos. Aunque no paran de hablar de música en todo el viaje. Hasta uno parece decepcionado consigo mismo por no haber visitado la tumba de Stravinsky, cuando el otro le dice que está en Venecia. También música es Alicia, la extremeña de Verona. Aunque para mi todo en éste viaje será Venecia. Música son los cafés y la lluvia de la plaza de San Marcos. Música es la fachada del Palacio Ducal. Música es el rugido de los leones. Y el león es Venecia, la cual es lo mismo agua que tierra, música que pintura, gótico que bizantino que renacimiento que industria y algas; que mosaicos de oro, caballos de bronce, artesonados y frescos, retablos de oriente, adoquinados de ensueño. El colorido y la magia de Venecia de la mano de Vivaldi.



Venecia es mármol.



Es lluvia y sol. Mar. Llanura.