Dame tiempo a cerrar los ojos.
Qué ridículo que quede retenida,
como última imagen procesada
una pared, un techo, una esquina
o una puerta medio abierta.
Qué penoso tener esa foto inmóvil,
interfiriendo con las últimas señales
que se desenredan en la mente y se
liberan al fin del centro serializador y
unificador del pensamiento.
Dame tiempo de vivir el miedo,
de asumirlo y poder centrarme en
ver esas estrellas lineares como
hebras, que resplandecen al curvarse
y forman superficies como espejos.
El gran patrón se pierde y las ideas
surgen en relaciones inéditas, pareciendo nuevas,
algunas reconocibles aunque vagas, cada vez más tenues.
Se desmorona todo, pero así se aprecian muy bien las partes:
duplicadas y multiplicadas hasta el infinito,
solitarias y sin relación, pareciendo absurdas,
oscuras que se tornan claras,
consagradas que desaparecen para siempre,
la infancia mezclada con la madurez,
los sueños con los grandes momentos,
la gente con los monstruos del miedo,
del rechazo, de la culpa, los remordimientos y el deseo.
La amistad y el amor brillan ahora como nunca,
astros inconfundibles y vibrantes,
sin facetas, sin reflejos.
La nostalgia viscosa atrapa grupos de recuerdos
entre la oscuridad que se expande.
Ese espacio vacío lo aprovecha el ovillo para desintegrarse.
Al soltarse, las hebras se hacen finas, muy finas, y desaparecen.
II.
Un nudo cálido aferra ahora mis dedos.
Un gradiente granate que baña la negrura
y se deja desaparecer de nuevo.
El olor, la voz; estos destellos que se aparecen no quiero perderlos.
Ya estaba todo oscuro pero, en el centro,
una bola incandescente se hace grande, palpita
y se acerca, lo inunda todo.
Es un amasijo de hilos, olas de brillantes surcos dorados,
fibras oníricas de un mar que me llevó
arriba y abajo con la tormenta,
adelante y atrás con la calma,
siempre permitiéndome ser su viajero.
Dame tiempo a abrir los ojos, esta vez,
un último momento, y que quede de esta
forma su imagen rebotando en el eco infinito
del tiempo que se me escapa.
Su rostro y su mano agarrada a la mía,
ahora que todo acaba,
permanecerán en mi, y donde se encuentra la nada, para siempre.
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