jueves, 4 de septiembre de 2008

Simulacro 12 - El ajedrecista

El ajedrecista siempre encuentra la solución.
Está entrenado para dar vueltas y vueltas al problema
y encontrar un camino, una ventaja.
Cuanto más complicada es la trama más arremolina su mente en torno a una idea,
un obsesivo deseo.
Arropa asfixiando los pequeños movimientos acertados,
y se ata con sogas flexibles en andamios.

El ajedrecista no puede parar de pensar.
Aunque trate de evadirse, no es dueño de su instinto,
de su rara capacidad.
Idas y venidas entre locas ideas y débiles atisbos de rendición,
de descansar y dejar la victoria a otro
y para otra ocasión.

¿Qué es del ajedrecista enredado cuando encuentra la regla del juego que evita, que no considera, que conoce pero margina, impuesta sobre el tablero como una gigante losa que destroza las piezas?

Empiezan de nuevo las vueltas, los mismos bucles y piruetas
tras encontrarse con el muro impenetrable del no.
Del no irrevocable, para él comprensible y no válido;
lógico pero injusto, cierto e inamovible,
que juega en contra de la perfección y de la más idílica conjugación de ideas.

Entonces todo su castillo imposible se desmorona mientras ingrávido se desintegra,
dejando un vacío atroz.
Una negra presión que le inhabilita,
sorda y vibrante.
Y permanece allí; mudo, paralizado y ciego,
hasta que alguien coloca de nuevo una pieza.

No se olvida, el ajedrecista, de que siempre halla una solución.

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