domingo, 30 de agosto de 2009

Simulacro 3 - Triunfar en la vida

Me costó entenderlo hijo mio. Al principio traté de dar una explicación racional, algo que comprendiera, del mundo en el que había nacido. Luego las evidencias se apoderaron de mi oxígeno, perturbaron todo mi andamio y en mi delirio me encomendé a lo sobrenatural, a un complot, a secretos familiares inconfesables, que de ser revelados me causarían un gran dolor. Todo valía para justificar tus delitos, los más graves si fuera a mi juicio.

Pero lo hice toda la vida, sin darme cuenta. Cuando tenía que explicarte todo. ¿Recuerdas? Cuando sólo eras un niño y no comprendías, y yo te explicaba, siempre enfocando todo con el cariño, los sentimientos y las buenas intenciones. Y tú... te enfadabas. Y yo extrañada me equivocaba una y otra vez, sabiendo que algo en mi interior me gritaba que no era ese el motivo. ¡Qué chico tan sentimental! - me decía.

Pero comprendí una de dos. Por fin me puse en tu piel y vi que con lo que naciste es con lo que vas a llegar hasta el final por conseguir lo que quieres, y yo soy la última pieza del puzzle. He visto que en realidad te enfadabas porque no comprendías y tu orgullo, tu imponente amor propio, te hacía castigarte a ti mismo y considerarte inepto. Luego, poco a poco, te diste cuenta de que los demás no finjían. O al menos, tú eras uno de los pocos que lo hacían. Te diste cuenta de que podías aparentar la normalidad y aprovechar esa circunstancia para vivir en la sombra, formando tu mente y el frío mapa de lo que sería tu vida año tras año, mes tras mes, perfectamente tramado.

Primero viviste aquí y allá y se hicieron borrosos los recuerdos de los que conocieron a aquel chico tímido, amable, que a veces cometía errores y luego se disculpaba entre lágrimas. No más amigos. Luego fue tu familia. Acabar con la pieza más fuerte del tablero era el primer paso lógico, como lógico era hacerlo a distancia, pues aunque ganaras en un enfrentamiento directo tenías más que perder que usando, como lo hiciste, veneno. Con tu hermana fue más sencillo, aunque patético. Un simulacro de robo y tú presente. Te quedaste probablemente en la puerta. Por si salía mal huir, por si salía bien comprobarlo.

Y ahora he comprendido la otra. Esperabas esto. Mis reacciones emocionales ya estaban cuantificadas y consideradas. Quizás no esperabas este último paso. Quizás pensaste que en la maraña de sentimientos y contradicciones jamás se podría tomar una decisión medida e inteligente. Pero ya he entendido que huir no servirá de nada. Tú sabías que sería un estorbo. Que al principio sería el asombro y luego la desesperación, seguida del despecho del abandono, la incomprensión y el rencor. Incluso se te escaparía una risa cuando pensaras en frases que posiblemente hubiera pronunciado años después: "No le perdono, pero no le odio. Es mi hijo, no puedo odiarle." Lo sé, no me mientas. Lo pensaste. Y te reiste.

Pero ahora ya veo que la opción de la enfermedad no es la correcta. Los enfermos fuimos los sanos y seremos sustituidos por los que son más capaces. Ahora bien, he vuelto y te lo pondré fácil. Quédatelo todo y juega al más fuerte. Si ganas habrá merecido la pena, y si aún estuviéramos en este mundo seríamos los padres orgullosos porque ganaste aunque no entendamos las reglas. Pero eso a ti te da igual ¿verdad? Bien, pues espero que te sirva y aquí me despido. Usa bien y aprovecha la fortuna que ganamos con nuestro sudor, porque quizás sea tu única oportunidad de llegar a lo más alto aplastando enemigos. Sonríes, pero ahora distinto, has visto que me he puesto a tu altura. Pero no te confundas, es sólo que lo he entendido, pero no lo comparto. Ahora que el mundo ha cambiado habrá ya muchos como tú, y aunque si por mi fuera no venceríais, se que no es posible. Ahora que os habeis dado cuenta de vuestro potencial y comenzais una nueva etapa, en el nicho que poco a poco os procuramos, que os procurasteis, suerte en el juego, hijo mio. Sé que sólo quieres, como quisimos todos, triunfar en la vida.

No hay comentarios: